Hay un momento en la vida en que agacharse para sacar una bandeja del horno deja de ser un gesto mecánico. Ese instante, casi imperceptible, marca el inicio de una transformación silenciosa: el cuerpo exige diseño adaptado. La cocina, ese espacio que nunca descansa, necesita más que estilo; necesita sentido común.
Durante décadas, se diseñaron cocinas con una lógica inmutable: los electrodomésticos abajo, los armarios arriba. Pero lo que servía a los 30 se convierte en un reto físico a los 60. El diseño inclusivo, que parecía reservado a hospitales o residencias, empieza a abrirse paso en hogares con conciencia práctica.
La interiorista María del Valle no lo dice con tono dramático, pero su afirmación resuena como un aviso: “Los electrodomésticos no pueden ir a ras de suelo”, explica El Mueble. Es una verdad incómoda para muchos diseñadores, pero inevitable. La cocina moderna no debe mirar solo al presente, sino a un futuro funcional.
Una premisa clara
La premisa es clara: hay que elevar el horno, la lavadora y el lavavajillas. No se trata de un capricho, sino de reducir lesiones, sobrecargas musculares y caídas. A una altura media —entre la cintura y los ojos— estos aparatos permiten una interacción cómoda. El cuerpo lo agradece con cada movimiento eficiente.
También el almacenamiento debe rediseñarse. Los muebles bajos tradicionales obligan a agacharse o usar la fuerza lumbar. En su lugar, se imponen cajones extraíbles, baldas deslizantes y sistemas de apertura suave. No es tecnología futurista: es diseño pensado para ser vivido y no sufrido.
Las encimeras también juegan su papel. La altura estándar ya no sirve para todos. Ajustarlas a la estatura de los usuarios —e incluso combinar varias alturas— puede evitar tensiones cervicales o en la espalda. La cocina, lejos de ser rígida, debe ser flexible y humana, y sobre todo estar a una altura razonable, sin pasarse por poco o por demasiado.
Ojo a la iluminación y a los tiradores
Iluminación y contraste son otros aliados silenciosos. A cierta edad, la vista pierde nitidez, por lo que una buena luz directa sobre las superficies de trabajo, sumada a una paleta de colores con contrastes claros, mejora la visibilidad. La seguridad también entra por los ojos y la luz.
Los tiradores invisibles o demasiado pequeños pueden ser enemigos para las manos envejecidas. Por eso, se prefieren modelos grandes, ergonómicos y fáciles de usar. La estética no tiene por qué sacrificar la accesibilidad. De hecho, cada vez más firmas apuestan por lo bello y accesible al mismo tiempo.
Evitar caídas
Los suelos antideslizantes y las superficies fáciles de limpiar también entran en juego. Son pequeños detalles que suman en la experiencia diaria. Porque vivir mejor en la cocina no es cuestión de lujo, sino de diseñar con visión y empatía.
En definitiva, la cocina debe dejar de ser un espacio joven por defecto. A medida que cambia la vida, también debe cambiar el entorno. Diseñar con perspectiva vital no es resignarse: es ganar independencia, autonomía y calidad. Porque en el hogar, como en la vida, el diseño debe estar al servicio de las personas.
Fotos | cottonbro studio
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